Wednesday, February 23, 2011

“Una caja de plomo que no se podía abrir: su contenido cultural”

“Una caja de plomo que no se podía abrir: su contenido cultural”

            En las siguientes líneas trataremos de exponer los principales elementos culturales que presenta la obra Una caja de plomo que no se podía abrir, cuento de la autoría de José Luis González, quien presenta un Puerto Rico de los años 50’s  cargado de descripciones de ambientes y personajes que exhalan en sus comportamientos, tradiciones y costumbres, que identifican y hacen sobresalir al pueblo puertorriqueño, y  a la vez definen su identidad nacional; una identidad que ha permanecido, aun con las influencias norteamericanas, de las que se han adquirido detalles, pero sin dejar lo propio, y que el autor ha sabido destacar al presentarlas en contraste con el comportamiento controlado y casi frío que muestra el teniente norteamericano que hace entrega de los restos de Moncho.
            Desde el inicio el cuento nos va llevando por una historia que se hizo común en muchas familias a partir de los años en que inició la unión político-económica entre Puerto Rico y Estados Unidos: La partida de jóvenes a las guerras para luchar por una causa ajena pero compartida por obvias razones. Para una familia con raíces latinas la expresión de dolor puede ir más allá que el mismo sentimiento,  y es el caso de doña Milla, la viuda madre del soldado muerto, quien no pudo ocultar su sufrimiento y perdió la cordura en varias ocasiones, tratando de rasgar su rostro y descontroladamente exigiendo ver a su hijo, o lo que quedara de él, y aunque le fue explicado  que eso no iba a ser posible pues la caja estaba sellada, una madre puertorriqueña no encuentra razón lógica en negarle el derecho a ver  a su propio hijo, aun estando en las condiciones en que estaba; y es que hemos crecido con esa unión familiar y con ese sentido de pertenencia que nos hace demostrar el amor a través del contacto con nuestros seres queridos, inclusive en el momento de la despedida, y es casi como querer comprobar con nuestros propios ojos lo que nos están diciendo en palabras, quizás hasta como un método de aceptación de lo que no va a cambiar.
            Pero el sentimiento de Milla no era el único que sobresalía en la obra, también podemos destacar la forma curiosa y empática en que los vecinos se iban aglomerando en la pieza de la familia, y es que desde el momento en que se supo la desaparición de Moncho en la guerra, la noticia había corrido de boca en  boca, pero aunque todos temían lo peor, nadie lo expresaba, quizás por la creencia, típica de nuestra cultura, de no llamar la mala suerte con las palabras, y como el narrador mismo lo expresa:
Yo me pregunto cuántos de nosotros pensábamos, sin decirlo, que Moncho no estaba perdido en ningún monte ni era prisionero de los coreanos o los chinos, sino que estaba muerto. Yo pensaba eso muchas veces, pero nunca lo decía, y ahora me parece que a todos les pasaba igual, porque no está bien eso de ponerse a dar por muerto a nadie… antes de saberlo uno con seguridad.
Podemos considerar como algo característico de la cultura a la que pertenecemos esa actitud de los vecinos de estar siempre pendiente a lo que acontece a su alrededor, más aun lo que acontece con otro de ellos, por ejemplo para el teniente americano esta cualidad era totalmente desconocida e incómoda:
Los vecinos no sólo le informaron al teniente que la puerta de doña Milla era la cuarta a mano izquierda, entrando, sino que siguieron a los cinco militares dentro del ranchón sin despegar los ojos de la caja cubierta con la bandera americana. El teniente, sin disimular la molestia que le causaba el acompañamiento, tocó a la puerta con la mano enguantada de blanco.
  Acto seguido, se describe como él al ir entrando en la pieza tuvo que pedir a la multitud que se calmase, pues de un momento a otro llenaron la pieza.  Pero en general nosotros los latinos, estamos acostumbrados a recibir esa clase de atención de nuestros vecinos, y para doña Milla en ese momento tan fulminante ellos constituyeron un brazo de apoyo en medio de su tragedia, acompañándola y evitando que cometiera una locura. Incluso, remontándonos casi al inicio de la historia se cuenta que fue un vecino quien la ayudó cuando necesitaba traducir aquellas cartas que le llegaban en inglés y que le informaban del desgraciado destino de su hijo; en fin, para nuestra cultura los vecinos pueden constituirse en parte de nuestra familia.
Cuando tratamos el tema de la distribución de las personas dentro de la casa, observamos que las mujeres se fueron a consolar a la madre, mientras que los hombres permanecieron en una actitud de vigilia frente a la caja que contenía los restos del cabo Ramírez; desde tiempos ancestrales ha pertenecido, no sólo a nuestra cultura, sino también a muchas otras, el sentido de delegar ciertos asuntos según el género, en este caso el consuelo y el lado sensible fue la labor de las mujeres, quizás el hecho de que comparten el sentimiento de madre (aunque no se especifica que lo fueran se puede deducir que entre las vecinas alguna o la mayoría pudieron haber sido madres) las haga compartir un sentimiento común, y así poder auxiliar a la pobre Milla en ese momento de desconsuelo.
Los hombres por su parte están encaminados a presentar una cara más fortalecida y llevar su asombro por medio de la curiosidad a preguntas que le ayuden a dar sentido al escenario que ahí se estaba mostrando, uno en el que compartían anécdotas de un fallecido que había crecido entre ellos y que ahora estaba dentro de la pequeña caja que se encontraba sobre una mesita en medio de la sala.
Otros componentes que merecen ser mencionados son, en el momento de la reunión en la casa de Milla, el brindar café en tiempos de luto, el agua de azahar para los nervios (o algún otro té o infusión que siempre tenemos a mano para cualquier situación), y hasta el conocer por nombre a nuestros vecinos y su composición familiar, como cuando el teniente buscaba a doña Milla, mamá de Moncho y le fue brindada esa información por medio de los vecinos.
Aunque el cuento tiene un suceso que lo remonta a más de medio siglo atrás, como lo es el de la guerra de Corea, si este dato no se mencionara bien podría pasar como un relato más actual, y es que poco ha cambiado, aun cuando la exposición a la cultura americana es cada vez mayor, con el uso del telecable, los viajes constantes desde la isla al continente, las muy populares escuelas bilingües… no han diluido lo que representa el ser puertorriqueño, la atención que prestamos a lo que pasa a nuestro alrededor, que aunque nuestras casas ya no están tan pegadas como lo estaban cuando se vivía en ranchones, seguimos teniendo ese acceso y contacto con los vecinos, y de cómo siempre hay una mano que se extiende de ayuda al prójimo, aunque sea para expresar apoyo.  La herencia cultural es uno de las características más difíciles de borrar de un pueblo, y a través de este relato se pone de manifiesto la veracidad de esta premisa.


1 comment:

  1. Saludos, Michelle. Me gusta mucho este análisis de la obra. Soy maestra y me gustaría compartirlo con mis alumnos. ¿Eres la autora? ¡Te felicito!

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